PONENTE:
Luis González Pérez. Ingeniero, profesor de Secundaria y activista
SINOPSIS:
Vivimos un período convulso, con los precios de la energía desbocados, los precios de las materias primas por las nubes y las cadenas de valor de la industria rotas. La causa primera de esta crisis es que la producción de petróleo está en franco declive. Sin combustibles fósiles nuestra civilización industrial está amenazada. La industria petrolera se ha lanzado a la búsqueda de combustibles alternativos, que son más caros, más contaminantes y energéticamente mediocres. Su explotación tiene poco sentido económico.
El negocio de la energía se enfrenta a dos demandas irreconciliables: es imprescindible abandonar los combustibles fósiles, el carbón, el petróleo y el gas, para limitar los daños del calentamiento global y eso hace imperativo conseguir otras fuentes de energía alternativas, que permitan mantener el sistema económico y social, mientras se pone en pie un nuevo sistema energético.
La primera exigencia pone en riesgo los fundamentos del sistema económico y la confianza de los inversores. Ningún país se ha comprometido a hacerlo, en las 27 cumbres que ya se han celebrado sobre el clima. En política doméstica, ningún partido se atreve a proponer, en sus programas, las medidas necesarias para limitar drásticamente el uso de los combustibles fósiles. Las medidas para frenar el calentamiento global son inelegibles y políticamente tóxicas.
El segundo problema plantea un compromiso entre la falta de horizontes creíbles (para la industria, el transporte, la minería, etc) y la necesidad de que la economía siga creciendo. La falta de transparencia y debate público es clave para mantener la orgía inversora en marcha.
Así pues nos encontramos en una encrucijada, en la que la crisis de la energía pone en cuestión el orden social y económico del capitalismo liberal. La cuestión no es si queremos cambiar o no nuestro modelo energético. La crisis global de agotamiento de la energía fósil y los materiales es ya inevitable y nos coloca ante un dilema: decrecimiento, es decir, una transición ordenada y conducida por la sociedad movilizada, o colapso, una transición caótica, en la que la degradación paulatina de las condiciones de vida y la extensión de la miseria y la desigualdad podrían dar pie a los peores fantasmas de la pobreza y exclusión de gran parte de la población.
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1 comentario
Gracias por la información. No os conocía hasta este momento pero creo muy acertado, interesante y necesario que exista un foro ciudadano de donde extraer datos y conocimiento fuera de las instituciones