Del 15 al 18 de septiembre se estrena en el Teatro del Barrio El pecado mortal de Madame Campoamor, basado en una lectura dramatizada que se realizó en torno a la figura de Clara Campoamor. La obra nos ubica a comienzos de los años 70, cuando Campoamor afronta sus últimos días. Se encuentra en el exilio desde hace más de treinta años. En una noche nostálgica, sin ya apenas poder moverse de la cama, la política recibe la visita de la muerte, transfigurada a imagen y semejanza de Victoria Kent, su principal adversaria en el Parlamento. Hablamos con Mario Hernández, que se ha encargado de la versión y dirige la pieza.
¿Cómo surge la idea de dramatizar la lucha de Clara Campoamor? El texto original, que luego sería premiado en el certamen de Calamonte Joven 2019, nació en los días previos al fallecimiento de mi segunda abuela, al darme cuenta de que con ella se iban mis últimos lazos con el pasado, con nuestra historia. Sobre todo, sentía que se perdían sus voces y sus recuerdos, por eso el texto se convirtió en una obra de radioteatro, «una pieza para voces y recuerdos», como reza el subtítulo del texto. El montaje surge con una idea clara de homenaje: homenaje a la memoria y los recuerdos, homenaje a los profesionales de la radio que hacían soñar a los oyentes en una época oscura, y finalmente, un homenaje a nuestros abuelos y abuelas, a todos los que lucharon y alzaron su voz por hacer de este un país mejor. Entre ellos, claro, destaca enseguida la figura de Clara Campoamor, cada vez más conocida y leída; pero, teatral o cinematográficamente, muy desaprovechada. En ella encontramos a día de hoy una lucha eterna, la de la libertad y la democracia, centrada en el feminismo y los derechos de la mujer, los cuales todavía hoy, en 2021, siguen desgraciadamente siendo combatidos y vilipendiados por muchos: ese nexo de unión con nuestra actualidad es lo que hace a Clara más moderna y vigente que nunca, y eso es lo que queríamos poner de manifiesto en la obra.
¿Es la factura personal que le pasó a Campoamor su lucha política lo que queréis enfatizar de esta figura? El larguísimo exilio que vivió, de casi cuarenta años, y el no poder ver de nuevo la democracia en España, es la columna vertebral que recorre el montaje, que contamos a través de flahsbacks, a medio camino entre lo onírico y la fantasía; un poco entre El Mago de Oz y un cuento navideño de Dickens, donde el fantasma de Victoria Kent (aunque no es un fantasma, y no diremos qué es…) la lleva a recorrer los momentos clave del debate sobre el sufragio femenino en 1931. Contemplar, como testigos espectrales, todos aquellos meses, y luego el frenetismo de los años que desembocaron en la guerra y el exilio, tiñen toda la narrativa de melancolía y tristeza, de volver a ver todo lo que pudo ser y no fue. Pero también aprovechamos para poner el foco en la batalla que Clara luchó dentro de la propia República, que en aquellos días era más joven que democrática, indiscutiblemente masculina, con un machismo recalcitrante e innegablemente retrógrada (recordemos que la votación que aprobaba el voto femenino salió adelante por tan sólo 40 votos).
¿Cómo se sentiría Victoria Kent, feminista, rechazando el voto femenino por miedo a que las mujeres no votaran a favor de la República? Victoria Kent es un personaje fascinante, y en nuestro montaje hemos querido que no quede desdibujado sino que, de alguna manera, podamos entender por qué se manifestó en contra. Sus miedos y preocupaciones sobre otorgar el voto a la mujer pueden ser comprensibles en ese momento histórico tan señalado, y sus contradicciones personales e internas debían ser monumentales, sabiendo que sería juzgada por la Historia y sus compañeras feministas, como ella misma se encarga de decir en su última intervención. El debate que Campoamor y ella tuvieron es pura carne teatral, y prácticamente sin modificar lo hemos trasladado a la dramaturgia, esperando que eso genere, con la distancia y el (supuesto) conocimiento que nos dan los años, otro tipo de debate en ese parlamento del pueblo que es el teatro.
Si Clara Campoamor hubiera sido un hombre, ¿se la habría reivindicado más? Eso, por supuesto. Aquí tampoco hay debate alguno. La reivindicación de figuras históricas femeninas sigue siendo una cuenta pendiente en todas partes, pero quizá en España, como tantas otras cosas, más que en ninguna parte. Aunque también es interesante señalar que la escasa recuperación que se hace de su figura (es increíble lo poco que se está hablando de ella un año tan fundamental como éste, cuando se cumple el 90 Aniversario del Voto Femenino en España) tiene también que ver, en mi opinión, no sólo con que sea mujer, sino que fue una figura política que no se casó con nadie, que en muchos de sus escritos (tanto Mi pecado mortal como La revolución española vista por una republicana) atacó a la República y a los partidos republicanos, incluido el socialista suyo, denunció sus hipocresías y sus corruptelas. Clara Campoamor es un personaje incómodo también para las izquierdas, y está pagando el precio de ser un alma que pensó y vivió libre.
¿Qué causas defendería Clara Campoamor en la España de hoy? Lo triste es pensar que seguiría defendiendo las mismas. Por supuesto, combatiría día a día por la igualdad real (no esa con la que a nuestros políticos se les llena la boca) de la mujer en todos los ámbitos, y su carácter solidario se revolvería ante estos últimos indignantes e inhumanos años de crisis de refugiados, a punto nuevamente de recrudecer con lo que está sucediendo en Afganistán. Al igual que hizo con las revueltas de Asturias del 34, viajaría a los lugares de la tragedia para buscar la verdad y ayudar, sin dejarse manejar por dictámenes políticos ni la manipulación de los medios… Sí, creo que Clara Campoamor seguiría hoy defendiendo las mismas causas, porque hizo de la defensa de todas el eje de su vida.
¿Cuál es tu pasaje favorito del discurso de Clara Campoamor aquel 1 de octubre de 1931? Cuando menciona que en la idea de dar a la mujer el voto «no hay tanto de la idea de feminismo como de la idea de humanismo, como de la idea de ciudadanía». Porque muchos se siguen escudando en la terminología para no admitir, para negar lo que es simplemente una cuestión de derechos humanos, la igualdad, y de deber cívico, el derecho de todo ciudadano, independientemente de su condición económica, sexual o social, de ejercer su posición política. Aquí no hay debate posible, y que a punto de entrar en 2022 todavía haya que perder el tiempo en rebatir eso a un grupo de energúmenos, mitad fascistas mitad ignorantes (que no sé qué es peor), que gracias a esos derechos de libertad pueden erigirse en partido político, es sencillamente inconcebible.